DE PARIS. . : 31
Y hacióndose entonces superior á.su repugnancia , Felipe de Lus- -
san se aproximó al balcon.
Dos cuerpos se balanceaban ya al nivel del primer piso del Hólel
de Ville. |
Otro Cucrpo, CUyos 8 miembros colyaban de sus tendones; era con-
ducido con: muchísimo trabajo! por el verdugo y sus ayudantes; que
se esforzaban:en colocarle sobre una escala movible.. apoyada: sobre
la horca. |
Y mientras esto pasaba, la muchedumbre parecia estar ¿bria de
gozos: los mas entusiastas, como ya hemos dicho ; aplaudian como si
estuvieran en el teatro. | :
Sin detenerse Felipe en mirar tan repugnantes pormenores , bus-
có con: la vista: á la mujer y al hijo. del paciente, y los percibió en
vueltos en sus andrajos arrodillados delante del patíbulo.
La pobre víctima, balanceándose como una masa inerte, aunque
viva todavía, les lanzaba unas miradas Nenas de espresion, y sus
cárdenos lábios se entreabrian ,; como queriendo dirigirles: algunas
palabras. | |
— ¡Cómo! ¿se ha concluido ya? —preguntó madama de. Ville.
neuve con y isible descontento. |
— Claro está, señora , —ceontestó el anciano de: Lussan sacando
del bolsillo un magnífico reloj «—La funcion ha durado treinta y cinco
minutos, y los señores de justicia: han comprendido que ya es hora.
de que las gentes se vayan á tomar una jícara, de, chocolate. Vamos.
- que aunque corto,-este espectáculo no habrá dejado de. agradaros.
—¿ Y por qué, caballero?
—Porque á las mujeres les place siempre ver á los. hombres en—
rodados ,-—contestó Mr. de Lussan riéndose él mismo de lo que aca-
baba de decir y tenia por una gracia.