DE PARIS. 3921
en humilde griseta, que gracias á su rostro bello, hubiese podido ha-
cer una fortuna igual á la de la bailarina. 0 ] |
Silvia Florival no tardó mucho tiempo en verse perseguida de
cerca apenas entró en el boulevard. |
La noche comenzaba á envolverse en su manto tachonado de
estrellas; los hombres desocupados percibieron bien pronto la aérea -
sombra de la bailarina, que iba escurriéndose arrimada á la pared,
y los dulces requiebros, las espresivas miradas y las picar estas son-
risas se multiplicaban á su paso.
Sin embargo, Silvia no se encontraba muy dispuesta á aprove-
charse de los repetidos triunfos que obtenia, pues otro objeto mas
importante pr os su imaginacion.
Para librarse de tantos importunos que inter ceptaban su precipi-
tada marcha, detuvo el primer coche de alquiler que halló al paso, y
despues de dar al lacayo las oportunas instrucciones, colocóse en el
fondo del carruaje , dejando" por este medio burlados á sus constantes
admiradores. |
Al cabo de una hora, lo cual no fué mucho tardar si se tiene
presente que los carruajes de aquella época no se parecian en nada á
los coches actuales, llegó al otro éstremo de la barr era del Infierno.
Así que hubo llegado á este sitio despidió el carruaje , despues de
gratificar generosamente al cochero. |
A pesar de lo oscura que estaba la noche, se ¡eró en el bar-
rio y cruzó impávidamente por medio del lodo la antigua calzada de
Orleans, llamada entonces el camino minado.
y medida que avanzaba iban teniendo las casas un aspecto mas
miserable. | | ¡A
En la mayor parte de. estas habia tabernas y ATA donde
se reunian y hospedaban generalmente los trabajadores de las can-
teras.
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