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DE PARIS. | -- 008
que algunos de ellos se han ocupado de semejantes ejercicios. Hay
hombres entre nosotros de todas las profesiones. Ya vereis, ya ve-
reis; uno desempeñará las funciones de cochero y dos se colocarán
en la trasera, mientras yo me tomaré la libertad de acompañaros en
el interior de la carretela.
— No está mal dispuesto. 100434 |
— Me parece, señora, —añadió Salvieu inclinándose hasta el
suelo, —que soy un caballero en toda la acepcion de la palabra, y
que no puedo conducirme de un modo mas político y cortés que el
empleado con vos hasta el presente. | ;
-—Estoy muy satisfecha de vuestro comportamiento, y en todas
partes confesaré siempre que habeis sido para mí un modelo de ur-
banidad , distinguiéndose al-momento , tanto en vuestras palabras
como en vuestras acciones, al elegante literato del agente de policía.
Mientras Salvieu hablaba con sus subalternos, Silvia dió algunas
órdenes á sus lacayos, despues de lo cual estrechó fuertemente. la
mano de Chavigny, y subió á la carretela con pié firme y semblante
sereno.
En cuanto al abate, era tan profunda su tristeza que solo pudo
decir : j
— ¡ Silvia, adios!
—¡Adios, Chavigny!—le contestó la bailarina, reprimiendo ya
con mucha dificultad el llanto. |
Sin embar 80, haciendo un esfuerzo superior, PP. todavía pre-
guntar desde el estribo del coche :
-—¿ Dónde vamos?
—A la cárcel pública, —contestó Salvieu.
—¿Ala Bastilla, segun eso?
-— Precisamente á la Bastilla no, pero es lo mismo; al fuerte del
Obispo. |
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