Ed
DE PARIS. ) 694
— ¡Locura !.
—Creedme, y seguid mis consejos. Lo mejor que podeis hacer
en esta ocasion es marcharos de casa cuanto antes, aprovechando
este favorable moménto, pues de un instante á otro va á regresar,
y entonces seriais perdido sin remedio.
Chavigny se sonrió dulcemente.
—¿Y qué desgracia podria sucederme?— añadió luego.—La
mayor para mí seria separarme de vos, bella Rosita. Ya CONOZCO que
todo eso.no es mas que un pretesto para que me marche de id y
os deje en libertad. |
— No lo creais. E
— Pues entonces, yo me he propuesto pasar en esta casa toda
la noche, y lo cumpliré aun cuando arriesgase en ello la vida.
— ¡Por piedad, Chavigny! —esclamó Rosita juntando las ma.-
nos en ademan suplicante.—Sed razonable; vos no conoceis á mi
esposo , y. no sabeis de lo que es capaz. | E
—Y á mí, ¿qué me importa ?
3 Oh! tened entendido, que cuanto mas aborrece á una per-
sona, mas amable se muestra con ella hasta que encuentra la oca-
sion de vengarse, De
—Pero, ¿por qué ha de aborrecerme á mí? ¿Porque soy del
mismo gusto que él, con relacion á su mujer? Ese sí que es un so-
lemne desatino. :
—No bromeeis, amigo Chavigny. Lo que yo os digo, debeis -
apreciarlo como el mejor consejo. Vos habeis ofendido esta noche el
amor propio de mi esposo de una manera cruel. ¡Por Dios! amigo
Chavigny,.marchaos... no aguardeis á que vuelva.
| — ¡Bah! ¡bah! Todas esas son preocupaciones. ¿Qué puedo yo
temer de ese viejo? Sin necesidad de ser un Aquiles quedaria victo-
rioso en la lucha por razon solo: de la edad, y mas que nada, si