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700 A LAS .CATACUMBAS
Pues bien, la suerte te ha deparado ya ese. muchacho. Ahí
tienes al señor abate que tirará del fuelle: mientras tu fundes los rea-
les de plata adulierada. | A
Semejante salida escitó. las: risas de los monederos; y acabó por
desarmar su Cólera. E
—Todo eso está. muy bien , —FOpuso Pedro , pero encuentro
en ello un-graye inconveniente, y es que cuando dejemos nosotros
el trabajo y nos vayamos á nuestras casas, tal vez acierte á esca:
parse del subterráneo ese picaro. vergante. |
—Pero, hombre, ¿estás en tu juicio? ¿Por ventura ienoras que
antes de llegar ¿la escalera hayque franquear bres puertas maci-
zas, forradas con chapa de hierro?.. - ¿No sabes las precauciones que
hemos tomado .con respecto á esa pared que tanto susto nos causó.
dias pasados? |
—No hay mas que hablar, maestro. Estoy convencido de vues-
tras razones ,— dijo el chispero.—Así eomo así necesitaba de un
ayudante que tirase del fuelle, y ya que le encuentro no quiero
- desecharle.. Por. lo demás, el señor abate andará listo, pues de
otro modo habrá de probar “mas de una vez las tenazas de mi
fragua.
—Ea, pues, baste ya. de conversacion ; y supuesto que he-
mos convenido todos en perdonarle la vida, pongámonos 4: traba-
jar al instante, que es lo que mas nos interesa y hay mucho que
hacer. Muchachos, manos á la obra y basta de palique.
Apenas oyeron los operarios estas palabras de su maestro, pro-
nunciadas con tono de autoridad, fuéronse slisponiendo á comenzar
su acostumbrado trabajo. |
Ante todo encendieron otras tres lámparas de: metal, cuyas opa-
cas luces apenas bastaban para alumbrar el subterráneo; Juego
se pusieron unos á fundir los metales, otros á mover el volante