818 LAS CATACUMBAS
Salomon , y consiguientemente se negaba á declararse inferior á él
- én fuerzas. | | |
Así pues, emprendió otra vez el descenso “con mayor velocidad
que antes, dando lugar á que su'guia y consejero le llamase .al ór-
den por decirlo así, y le advirtiese que tanto mal habia en arries-
sárse imprudentemente,. como en decaer de ánimo y: desfallecer
cuando se presentaba un peligro. |
En esta cuestion se hallaban ambos á dos per seguidole s de Me-
dard, cuando de pronto notaron que se movia la escala en diferentes
sentidos, y aunque al principio atribuyeron este suceso á la casua-
lidad, no tardaron mucho tiempo en convencerse de lo contrario,
creyendo con razon, que aleuna persona oculta en la oscuridad del
fondo, se empeñaba en hacerlos perder el equilibrio y despeñarlos.
—Sin duda ese malvado me ha reconocido ya, y quiere que pa-
gue cara mi traicion —-esclamó Harinann> estremeciéndose- hasta
los huesos. | É
— No 05 desanimeis vos “ahora —repuso á su vez Felipe.=
Cúando ese infame vea que continuamos en nuestro empeño, 4 pe-
sar de sus mañas viles, ya tratará de huir y dejarnos el paso franco
Por lo demás no debeis tener ningun remordimiento de haber “aban-
donado una vida eximinal, pasándoos al campo de los. hombres justos
y honrados. | | nal
-—Eso último ercia también yo y pero ahora que veo confirmado
mi parecer por una persona prudente 6 ilustrada, , quedo convencido
de que será grata á Dios mi accion, en euyo caso, todo lo demás 1n-
clusa la muerte me importa un bledo. Y ámios á buscarla.
Y al decir esto, empezó á cometer él la imprudencia que acababa
de censurar en Felipe, esto es, la de hajar demasiado deprisa por la
escala.
Las oscilaciones de esta, empero, iban siendo cada vez mas fre-