Full text: Tomo 1 (001)

  
  
1002 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Lorenzo vertía en tanto abundantes lágrimas y 
daba fuertes sacudidas al conde. 
Reanimado éste un instante, exclamó, oprimién- 
dose el pecho y la garganta con sus ya crispadas 
manos: 
—¡Agua, Lorenzo, agua!... ¡Me ahogo! 
Ya hemos dicho que el velador donde habían ce- 
nado los amantes estaba próximo á la cama, y que 
sobre aquél había dejado la princesa la copa que 
contenía el contraveneno. 
Lorenzo, al oir á su amo, no hizo más que fijar 
la vista un segundo en la mesa. No había más co- 
pa con agua que aquella, y cogiéndola presuroso 
la llevó 4 los labios de Roberto, el cual apuró con 
ansia el contenido. 
Desde aquel mismo instante experimentó un 
gran consuelo. 
El contraveneno obraba sus efectos; pero no 
bastaba tomarlo; después había que prevenir el 
estómago con una poción antes de arrojar la fatal 
pócima. | 
' Sin embargo, calmados por un momento sus te- 
.rribles dolores, murmuró con apagada voz: 
—¡Un médico! ¡Me muero! 
Lorenzo no se hizo repetir la orden, y corrió 
presuroso en busca del doctor. 
Minutos después volvió con el médico. 
Éste fijó su vista en el enfermo, y clavando lue- 
go una severa mirada en el criado, dijo: 
—Este caballero ha sido envenenado. 
  
  
  
  
 
	        
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