OXAPTPULO LXXXVu
Función de desagravios.
En la tarde de aquel martes de Carnaval, mien-
tras la princesa llevaba en los estribos de su carre-
tela á aquella pareja enmascarada que la puso de
- tan mal talante, nuestro conocido Mauricio estaba
- muy ocupado.
" Le entretenía su esmerada to:/etle.
Tenía sobre su casto lecho, se nos había olvida-
do decir que era soltero, perfectamente cubierto
con una colcha color grana, su frac, perfectamente
- cepillado, y revisado y dispuesto para que pudiera
hacer uso de él un embajador en una recepción pa-
latina.
Su rostro anunciaba un reciente y cuidadoso ra-
suramiento: ceñía su cuello una corbata más blan-
- ca que la nieve del Simplón, y su talle, que empe-
“zaba á adquirir las proporciones de la obesidad, se
embutía en un chaleco tan Diana como la corbata,
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