Full text: Tomo 1 (001)

  
  
LA CIEGA DEL MANZANARES. 1021 
cuyas puntas se recortaban sobre un pantalón más 
negro que dd nochebuena de un cesante sin haber 
pasivo. 
Su diminuta persona descansaba en unas botas 
de charol casi nuevas que le había regalado su amo 
por pequeñas, y que él habían hecho rellenar de 
algodón en rama de puro grandes. 
No era que Mauricio estuviese invitado aquella 
noche para el baile de una embajada, ni aun para 
el de Villahermosa, donde el antiguo Liceo, que 
estaba entonces en todo su esplendor, los daba 
magníficos. a 
Se trataba de un volante que había recibido con 
un membrete del Ministerio de la Gobernación, en 
el cual su “excelencia, por medio de su secretario, 
le citaba para las siete de aquella tarde. 
Eran las cuatro en punto cuando el honorable 
ayuda de cámara metía los brazos en las dos man- 
gas de su frac, hallándose en estado de presentarse, 
no ya á un ministro, sino al mismo Papa, si el Vi- 
cario de Cristo hubiera tenido la humorada de pa- 
sar el Carnaval en Madrid. 
Como se ve, se había vestido con tres horas des 
anticipación, por lo que pudiera suceder. : 
Y sino sucedía nada, era más justo que él espe- E 
rase á su excelencia, que no su excelencia á él. 
Mauricio hacía bien en ser tan previsor, y en 
pensar que pudiera su icoder alguna cosa que justi- 
ficase su diligencia. ; ay ; 
A las cuatro y cuarto, la muchacha encargada E 
    
   
  
  
  
  
   
    
  
  
    
	        
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