1048 LA CIEGA DEL MANZANARES.
En punto á lectura pudiera haber desempeñado
una plaza de Relator en cualquiera Audiencia.
—¡Pero esa mujer es una infame, si es verdad
lo que leo!
Á ninguno se le ocurre que lo que revela un
anónimo pueda ser mentira, y Jos que más alto di-
cen que debe despreciársele, son los más propen-
sos á creer todo cuanto relata.
Lo más que admiten los más incrédulos es, que
haya algo de exageración, pero todos suponemos
en esos hediondos documentos un fondo de verdad.
Esto era lo que le sucedía á Luis.
Tomaba aquella revelación por exagerada, pero
nada más.
Hacía admisible aquello, el que nunca se le ha-
bía ocurrido tomar á Georgina por una santa, si-
no por una Magdalena antes de su arrepenti-
miento.
En una pecadora se puede suponer todo lo que
sea pecado. :
Pero entre el pecado y el delito hay una gran
distancia, y allí se hablaba de delitos.
El joven dejó el papel sobre una mesa en la que
tenía apoyado un brazo, y se pasó la mano por la
frente: :
Era indudable que estaba pasando un mal rato.
Aun cuando ya no la amaba, su cariño había
dejado buenos recuerdos en su mente, y al pensar
en ella todavía le palpitaba el corazón.
Hay cierta cantidad de honor en el hombre