1056 LA CIEGA DEL MANZANARES.
Pero Georgina, que no estaba acostumbrada á
esperar, quería que la entrevista fuese aquella
misma noche.
Esto la tenía excitada, nerviosa de un modo te-
mible. :
Por eso le había escrito que no vacilase en acu-
dir, aunque fuese á hora intempestiva.
Ella, que tanto se había divertido otros años en
la época de Carnestolendas, maldecía á la sazón
el baile del martes de Carnaval, porque probable-
mente la privaría de una entrevista tan deseada.
Sin embargo, conservaba alguna esperanza de
que la casualidad se declarase en su favor, hacien-
do que Luis leyese su billete antes de disponer de
la noche.
Había cuidado algo de su néyligé nocturno; era
un négligé estudiado; con él esperaba vencer la in-
fluencia que cualquiera mujer ejerciera sobre su
antiguo amante.
Sin el anónimo que Luis acababa de leer, tal vez
lo hubiera conseguido.
Estaba espléndida en medio de su belleza, que
quería hacer reposada y tranquila, sin poder con-
seguirlo.
Se comprendía que aquella mujer bis Ccausa-
-do tan serios disturbios en algunas familias por
medio de sus encantos.
Era una hermosura fatal.
——
Acababa de marcar las diez el reloj de sobreme-
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