1106. LA CIEGA DEL MANZANARES.
comenzó á pensar el medio de hacer más terrib
su venganza; y aquel cerebro, semejante al de Si
tanás, concibió un plan diabólico.
¡Era la mayor de las infamias! ¿Mas qué impc
taba esto á aquella mujer de corazón de hiena?
Satisfecha de lo que había pensado, sonr ela ace
riciando sus malas ideas.
—Mazarro] ia odia 4 Rivera tanto como y0,—$S
dijo.
Su odio será tan duradero como la berida que
sufrió su amor propio.
Isabel fué arrancada por Luis de sus brazos cuan-
do iba á hacerla suya; yo se la devolveré, y él
consumará mi venganza,
Isabel, sola, sin el auxilio de nadie, no tendrá
más remedio que sucumbir.
Cuando Mazarroja se hastie de ella, se la si
garé á otro, y cuando sea despr eciada por todos,
se la devolveré á Rivera, diciéndole:
—TEsa es la mujer que amabas; la he hecho ser
juguete de todo el mundo... Ahora cásate con ella,
si te atreves.
Como Georgina estaba sola, y no tenía necesi-
dad de fingir, su semblante, reflejando los senti-
mientos de su perverso corazón, era tan horrible
como aquéllos.
El placer y el odio se mezclaban, representados
por la risa y la contracción muscular.
Satisfecha de su pensamiento, agregó con ironía:
—Por otra parte, devolviendo á Mazarroja lo
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