Full text: Tomo 1 (001)

  
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114 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
—-$Sí, sí; yo me encargo... 
—¿De modo que por la tarde ya tendré alguna 
razón? 
—Ella misma te la dará; yo haré que venga 
aquí á las cuatro. 
Nada más había que hablar. 
Los negocios de cierta índole no deben mano- 
searse mucho; sobre todo, cuando uno no sabe aún 
á qué atenerse. 
Era necesario esperar á que la Tufos se dignara 
entrar en el complot, que sí se dignaría, puesto 
que, recomendada por la Tuerta, debía ser una ex- 
celente persona. 
Apurada la botella, el Canquirri se eliminó de 
aquel tugurio, y la madre y el hijo, echando de 
ver que tenían la cabeza más pesada que de ordi- 
nario, se retiraron á descansar, Como personas hon- 
radas que han llenado cumplidamente sus deberes. 
  
  
  
  
  
 
	        
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