LA CIEGA DEL MANZANARES. 15
coche que viene hacia nosotras y á un hombre que
camina al lado del vehículo.
—Tal vez sea él, —dijo Adela.
—Salgamos á su encuentro,
Las dos jóvenes, llenas de confianza, avanzaron
hacia el carruaje.
Cuando estuvieron cerca, Isabel exclamó:
—¡Señor Benigno!
—Aquí estoy, señorita, —respondió el que llega-
ba, llevándose la mano al sombrero.
—¡Ah! por fin ha venido usted.
—Esperábamos á usted con gran impaciencia,
—añadió Adela. -
—Me he retrasado un poco, porque no encontré
carruaje en el punto que yo creía.
Y dicho esto, abrió la portezuela del carruaje,
diciendo á Isabel:
—Vamos, suba usted, señorita.
—No: primero mi hermana.
- —Lo mismo da; —y aquel hombre, tomando de
la mano á la joven, intentó hacerla penetrar en el
vehículo. : '
Pero Isabel, deseando colocar primero á la pobre
ciega, se resistió á subir. |
Entonces aquel hombre, abandonando el disimu-
lo, asió á la joven por la cintura, diciéndola con
acentoterrible: E
—¡Al coche, y silencio si aprecia usted en algo
su vidal E
La sorpresa que recibió Isabel al oir aquella