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LA CIEGA DEL MANZANARES.
—Que no quieres obedecerme. ¿Te parece poco?
¡Pues hombre! ...
—S$i dispusiera usted cosas justas...
—¿Tú crees, acaso, que matan á la gente por
pedir?
—Cuando no hay necesidad, es un robo.
La Tuerta se encogió de hombros.
—¿Y qué es un robo?—exclamó.—¿Por qué los
estúpidos jueces condenan á presidio por robar?
Eso no tiene sentido común... '
Ese libro que llaman Código ha debido escribir-
le algún millonario que temería que le arrebataran
sus millones... algún egoistón que no se quedó
nunca sin comer, y que no se ha visto obligado á
vivir en el Barranco de Embajadores. y
Robar es tomar lo que uno necesita ó le gusta,
donde quiera que se lo encuentra... y no precisa-
mente ha de encontrarlo, sino que lo debe buscar.
¿Es esto un delito?
Pues si yo busco una pelucona, y la encuentro en
el bolsillo de otro, ¿por qué me han de castigar?
Conque no me vengas diciendo que el pedir Li
mosna en la calle, aun cuando no se necesite para
- comer, es delito de estafa. ee
Tales eran las teorías de la Tuerta sobre el robo; a
teorías que sostienen todos los ladrones. :
Para ellos, es un oficio que está sujeto 4 quio-
bras como todos los demás.
TOMO L.