«amiga, encasquetando un plato en la cabeza del
LA CIEGA DEL MANZANARES. 195
Entre tanto, la Tuerta, que por experiencia sa-
bía el resultado de tales escenas, hizo que Adela
se levantara, diciéndola:
—Ven. :
—SÍ, sí; tengo mucho miedo... ¿qué es lo que
pasa aquí?
Ambas se dirigieron á la primera pieza, donde
la Tuerta satisfizo el gasto.
La Pitosa se había rehecho.
Después de frotarse los ojos, que debían escocer-
la horriblemente, se fué para su contrincante, á
quien dió una tremenda bofetada.
Ésta, para no caer, se apoyó en la cabeza del
hombre que dibujaba, a borrar nes del
“plano con la nariz.
Mientras él, viéndose sorprendido tan Ai
«dablemente, la increpaba, vomitando juramentos
y blasfemias, la otra se lanzó con furia sobre la
Pitosa, que cayó sobre los jugadores cuando uno
«le ellos acusaba las cuarenta.
Todo fué á parar al suelo: el jarro, los vasos y
las cartas. :
Al mismo tiempo uno de ellos tropezó con la ca-
Tetera. que siguió la suerte de los demás objetos,
derramándose el negro líquido.
La Pitosa y su adversaria, asidas mutuamente
«el pelo, se zamarreaban la cabeza, lanzándose to-
das las injurias que no están en el diccionario,
La del arroz tomó activamente la defensa de su