CAPITULO “XVH
El sueño de un avaro.
Cuando el Manchego se quedó solo, penetró en
la sala que le servía de vivienda, y con precipita-
ción grandísima cerró la puerta, dando dos vuel-
tas á la llave.
Luego, sin soltar el báculo, recorrió todo el
“cuarto, registrando cuidadosamente debajo de la
mesa y de la cama, únicos muebles que había, has-
ta que adquirió el convencimiento de que se halla-
ba solo. :
Entonces dejó escapar un suspiro. Su corazón se
había ensanchado. El miedo que le dominó hasta
aquel momento se extinguió, y si sus ojos no hu-
bieran estado cerrados, si no estuviesen muertos y
apagados, habría brillado en ellos la alegría soe
su alma rebosaba,
El Manchego se despojó entonces de su parda
capa, colocó la guitarra que llevaba cn al sE
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