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CAPITULO XIX
El crimen de las Vistillas.
Por fin, ála mañana siguiente logró Zamarra.
ÑÓólo en parte, satisfacer su vehemente curiosidad,
dado el caso que sólo curiosidad fuese lo. que guia-
ba al lazarillo al horadar la puerta de la habita-
ción del ciego para saber lo que éste hacía cuando
se quedaba solo.
¿Era solamente la curiosidad E que en aquella
imaginación de dieciséis años y en aquella, alma
torcida desde la niñez alentaba, 4 maduraba Zama-
rra algún proyecto tan grave que él mismo se re-
«sistía á confesárselo?
Difícil hubiera sido al lazarillo explicarse sus in-
tenciones y los sentimientos que se habían apode-
rado de su ser, i $ e
Él veía que el ciego tenía ahorros, y desde ¡un
principio la idea de hacerse dueño de aquel dinero éa
bullía en,su cerebro; ...0 stadta ad