14
!
y
7]
)
po
LA CIRGA DEL MANZANARES. 255
Idealicemos nuestra situación. Tú eres el hom-
bre honrado que adora en mí; yo, la mujer que de-
bía ser, aun después de mis primeras desgracias.
Vas á conocer mi historia, y luego que la conozcas,
vas á vengarme, ¿oyes? vas á vengarme.
Zamarra, á quien aquel aspecto novelesco que
la cuestión tomaba no dejaba de producirle cierta
sensación, mezcla de temor y de complacencia, se
aproximó á su querida, diciéndola con amoroso
acento: ]
—Vamos, cálmate, y luego hablarás,
—No te apures, pronto me calmo. Dame aguar-
diente.
Zamarra fué á buscar un frasco donde guarda-
ba un chinchón legítimo; dió una copa á su com-
pañera, y luego de beber él otra, dijo:
—Soy todo oídos; venga esa historia.