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LA CIEGA DEL MANZANARES. 289
pasión de vengarme estalló en mi espíritu al con-
tacto de la mecha que mi tío había «aplicado con
sus elocuentes y arrebatadas palabras.
Abandoné mi asiento, y corriendo hacia mi pro-
tector y único pariente, le dije:
—¡Basta, tío, y no formule falsos juicios! Hija
soy de vuestro hermano; sangre de su sangre por
mis venas corre, y le juro que si usted no alcanza,
á vengar el agravio, yo le vengaré.
Muy joven soy, casi una niña; pero ante la ad-
versidad sabré cobrar el valor y la energía que
dan los años y la experiencia. Vaya usted á casti-
gar al miserable, que su sangre purificará á mi hi-
jo. Él no es su padre: su padre es la fatalidad.
Al día siguiente nos separamos, marchando mi
tío, en compañía de Pedro, hacia Madrid.
Estaba. visto que la desgracia había hecho presa
en mi familia.
Apenas llegó mi bienhechor á la corte, pao al
ladrón de mi honra; le echó en cara.su villana ac-
ción; le cruzó el rostro, y, naturalmente, al siguien-
te día se batían.
Cruzáronse dos balas, y mi tío cayó al suelo,
bañado en sangre. Quisieron levantarle para trans-
portarle al coche que le aguardába, y... todo. fué
inútil. La bala de su adversario le había partido el
corazón.
TOMO 1. ! 37.