Full text: Tomo 1 (001)

  
  
  
434 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Su interlocutor se estremeció. 
¿A qué aludiría el jefe? 
Tal vez en aquel momento le hizo temblar la idea 
de que los abencerrajes volvieran á entrar en Grá- 
nada. 
Pedrosa prosiguió: 
—Inmediatamente que usted se apoderede .esa 
prenda subversiva, la pondrá á mi disposición: 
—¿Con las dos bordadoras? 
--Y con cuantas personas haya en la casa, 
El polizonte se encaminó hacia la puerta, des- 
pués de hacer una profunda reverencia. 
—Pero antes de salir, volvió sobre sus pasos. 
—¿Y si no encontramos nada? —preguntó: 
——Entonces no hay que molestar á nadie; basta- 
rá con que me dé usted conocimiento del hecho, 
Aquella vez salió definitivamente. 
El alcalde volvió 4 sus paseos. 
Cada vez estaba más contento con lo: que iba á 
pasar. | 
En vista de lo que le había dicho el cura, no po- 
día dudar del buen resultado de las gestiones de 
-sus agentes. 
¡Una bandera! 
¡Aquel sí que era un buen servicio!... tanto, como 
apoderarse de la persona del general Torrijos. 
- Calomarde no podía ser ingrato á tan leal y ac- 
tivo proceder. 
El nombre del alcalde resonaría en la regia cá- 
mara; los labios del rey le pronunciarían con en- 
  
    
 
	        
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