LA CIEGA DEL MANZANARES. 445
sualquier persona entendida en esta clase de tra-
bajos. —
—¡No sabes cuánto celebro que sea de tu gusto!
Andrea reflexionó algunos momentos.
—Es un capricho que pudiera comprometerte,
según están las cosas para los liberales.
—No es capricho, amiga mía,—la contestó Ma-
riana en voz baja.
—¿Que no?
—Se trata de una cosa más seria.
—¡Mariana! ...
—Esta enseña va á servir para un movimiento
revolucionario que se prepara. -
—¿Qué dices?
—Todo está perfectamente dispuesto, y esta vez
el triunfo es seguro. Manzanares y Torrijos traba-
jan en combinación con algunos marinos de la i9-
la de San Fernando.
—<¿De veras?
—Manzanares hará su entrada en la Península
por Cádiz ó Sevilla, al mismo tiempo que Torrijos
con sus parciales desembarcará en Málaga. Conta-
mos con inteligencias en diversas e aaa de
- Andalucía. |
—¡Estás perfectamente enterada!
—Por mi devoción al rosario.
—¡Pues cómo! —exclamó Andrea con extrañeza. :
—Por las noches veía yo en la iglesia á algunos o
agentes que me daban cuenta de sus aaa De
loo: el diablo! OS des
2