Full text: Tomo 1 (001)

  
  
   
      
   
  
  
  
  
  
  
  
  
  
   
     
448 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Llevóse úna mano al corazón como si le hiciesen 
daño sus latidos. 
Pero aquello tuvo la duración de un relámpago; 
su ánimo valiente recobró la perdida energía, y di- 
rigiéndose á su amiga, la dijo señalando la ban- 
dera: 
—Ya sabes lo que quiero hacer con eso. 
—¿Insistes todavía?—la preguntó Andrea. 
—Siempre. ¿Puede una fiarse de tus bordadoras? 
—SÍ. 
—Entonces... cuanto antes, mejor. 
-——Hoy mismo quedará hecho tu encargo... aun- 
que por precaución las ocultaré tu nombre. 
—Lo mismo me da, si es gente de confianza. 
—De eso, yo respondo. 
- Aquella misma mañana quedó la bandera en la, 
calle del Sagrario. 
Pero entre tanto, la impaciencia hizo abortar el 
movimiento. 
Manzanares penetró en España al frente de una 
partida, que no pudo sostenerse. 
Ya sabemos el triste fin del esforzado caudillo: á 
lo menos, muriendo como murió, pudo eibar la 
infamia del cadalso. 
Las dos amigas lloraron el éxito de aquella aven- 
tura desastrosa. : 
—¡Siempre lo mismo!—exclamaba Mariana, hi- 
riendo el suelo consu diminuto pie.—Debemos creer 
que Dios está durmiendo: esto le hace mas honor que 
   
    
      
  
  
  
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.