LA CIEGA DEL MANZANARES.
como secuestrada, la dijo, luego que desapareció
el agente: |
—Vamos, Mariana, obre usted con franqueza
conmigo; excuso decir que desde hoy se ejercerá
sobre usted una vigilancia especial, que no podrá
menos de conducirme, más pronto ó más tarde, al
resultado que persigo.
Yo sé que usted guarda una bandera que debía
prestar sombra al bando rebelde; entréguemela,
evitando así mayores males.
Mariana exclamó sin desconcertarse:
—¡Una bandera!
—$l. :
—No he recibido ese encargo de nadie: sin duda
han dado á usted malos informes.
—Los informes los he recibido por una. persona
respetable , que no puede engañarse ni enga-
ñarme. :
—Pues esa persona ha sido chasqueada por ab
guno que tenía gana de divertirse con ella.
-—Bien sabe usted que no...
-—$86 que es verdad lo que digo.
—Mariana, veo E se empeña usted en empeo-
rar su Causa. :
—¿Pero quiere usted que asienta á lo que no. es
exacto, y que entregue lo que no poseo?... Eso es
un disparate; y siento que usted pierda el tiempo
tan lastimosamente, y que me le haga perder á AL
cuando le necesito oi a atender á estas pa
criaturas.