464 LA CIEGA DEL MANZANARES.
acto arbitrario, sin sospechar que llegaría á ad-
quirir los grados de una crueldad salvaje.
Del entretenimiento de una mujer un tanto exal-
tada, se hacía un crimen; de una labor donde há-
bía arte y talento, un arma política.
Los tiranos, en su afán de encontrar en todo
motivo de anatema, son capaces de condenar por
blasfema la oración dominical.
La pobre joven estaba totalmente incomunicada,
separada de amigas, y aun de extraños, sin ex-
ceptuar á sus tiernos hijos.
Y eso que, registrados minuciosamente sus pa-
-peles, no arrojaron ningún dato que la comprome-
tiese, poniéndola en comunicación con ninguno de
los jefes emigrados. ]
Esto no fué obstáculo para que se la instruyese
una causa inicua, empezando por un sumario ab-
oo:
- Pedrosa se apresuró á dar cuenta á la corte de
o que pasaba, ponderando modestamente el seryi-
cio que acababa de hacer á la causa del orden.
Tal vez esperaba una recompensa por el estilo
de la que obtuvo después, en Diciembre del mis-
mo año de 1831, el gobernador militar de Málaga,
de por la cobarde y alevosa entrega a To-
rrijos. .
EA Tampoco hay motivo para datos que el reptil
con hopalandas negras que hizo la delación, espe-
- rase alguna canongía que le llevase derecho á la