480 LA CIEGA DEL MANZANARES.
rehuían su trato, parecían despreciarla, y hasta la,
señalaban con el dedo, insultando su dolor y mo-
fándose de él.
Andrea pensó seriamente en abandonar la ciudad .
Reunió sus escasos recursos, y trocó su estancia.
en Granada por la corte, donde nadie la motejaba.
ser fiel á la amistad de aquella pobre mártir.
Afortunadamente el período de reacción pasó, su-
cediéndole otro de libertad, “que se acentuó con la.
enfermedad del rey y las escenas de la Granja.
Los cuervos huyeron, volviendo nuevamente las
golondrinas.
La frontera dió paso á los emigrados, que regre-
saban á sus hogares como el ave al nido.
Todo sonreía, excepto la situación de Andrea, que
era cada vez más precaria.
Por consejo de sus nuevos amigos solicitó una.
pensión del Estado, á la que la daban derecho los
servicios prestados en otra época por su esposo, que
había obtenido cargos de alguna importancia en
la secretaría de Gobernación.
Era entonces ministro de aquel depa nba el
tío de Luis Rivera.
Esto dió ocasión para que conociese al joven in-
geniero, cuya madre, amiga íntima de la viuda del
general Torrijos, era entusiasta por la mártir gra-
- Dadina, Mariana Pineda. :
El joven apoyó sus pretensiones cerca de su tío,
acabando por Eo gel la pensión que Andrea sÓnbi>
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