484 LA CIEGA DEL MANZANARES.
El ministro se sentó frente á un pupitre, encima,
del cual veíase un libro en folio mayor, abierto, con
varios recortes de periódicos pegados en sus hojas.
Era el extracto de la prensa que le presentaban
todos los días.
Se puso á leerle con detención.
El primer cuidado de todo ministro, es enterarse
de lo que dice la prensa de oposición referente á su
departamento.
A poco de comenzada la lectura, la suspendió,
exclamando:
—+Esto no se puede tolerar. Yo demostraré á esos.
periódicos que sé cumplir con mi deber, y que el
Gobierno no merece las censuras que le dirigen; —
y alargando el brazo tiró del cordón de la campa-
nilla.
Segundos después presentábase el portero ha-
ciendo la tradicional pregunta de
—¿Llamaba su excelencia?
—SÍ: que venga el jefe de Policía. -
El ministro prosiguió su intterrampida lectura.
A medida que avanzaba, era mayor la expresión
de disgusto que se retrataba en su semblante.
—Hasta de las calaveradas de la juventud han
de sacar partido los pea para atacan al Go-
bierno. :
En efecto; el periódico cuyo recorte leía el conde,
después de ocuparse del hecho, añadía el siguiente
comentario:
«Si en lugar de pertenecer á familias distingui-