Full text: Tomo 1 (001)

  
   
LA CIEGA DEL MANZANARES. 487 
el jefe con gran aplomo.—Por esta razón no me 
he atrevido 4 prenderle. yv 
—Pues le arresta usted; así quedará demostrado 
que sé hacer justicia. Todos quiero que esta mis- 
ma noche queden detenidos en sus casas, y por no 
dar un escándalo no los encierro en. la cárcel. 
El ministro empezó á penca os por 
la estancia. . 
De vez en cuando movía tristemente la cabeza, 
exclamando: 
—¡Esos periódicos! 
¿Acaso no se baten sus redactores? 
¿No tienen honor? 
De estas meditaciones le sacó la yoz del jefe, 
que decía: 
—¿Manda vuecencia algo más? 
—Espere usted un momento. ¿De estas cosas to- 
ma nota la policía? 
—SÍ, señor; se registran en libros que después se 
archivan. ES : 
—Habrá cosas muy curiosas en esos registros. 
—Sí, señor, curiosísimas. En esos libros está re- 
gistrada la historia de toda la grandeza española, 
—-¿Estará también la de mi familia?—preguntó 
el conde, á quien acababa de asaltarle una ae 
- tina idea. 
—$í, señor; vuecencia puede verla cuando guste. 
Nosotros no sólo anotamos los hechos que son pú- 
blicos, sino hasta los privados que llegan á muestra 
noticia. E 
* 
    
  
        
	        
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