502 LA. CIEGA DEL MANZANARES.
trigas de la corte, de las luchas de la política y
del bullicio de las ciudades, te has aficionado tan-
to á las grandezas del poder? ¿Te has vuelto ambi-
cioso?
—Sí; muy ambicioso.
La condesa, que durante su anterior pregunta
había estado observando cuidadosamente á su ma-
rido, al oir su respuesta le asió cariñosamente las
manos, y con acento triste dijo:
—No, Carlos; no puedo creer lo que con tanta se-
riedad me aseguras.
-.—¿Por qué?
—Porque en un ¡alma tan buena, tan elevada y
tan noble como la tuya, no puede anidarse la am:
bición. ,
Tú has hecho el sacrificio de tu tranquilidad y
de tu sosiego exclusivamente por mí.
Es inútil que pretendas negármelo.
-El conde, vencido por las palabras de su esposa,
repuso:
Pues bien, ya que has adivinado la verdad de
mis sentimientos, no debo seguir ocultándolos.
Al ver que la, tranquila «vida que hacíamos en
Asturias desde que nos casamos no disipaba tu
tristeza, dije para. mí: «Tal vez tanta paz, tanta
monotonía, sean las causas del hastío, del aburri-
miento que demuestra Carolina. .
> Hagámosla variar de modo de vivir, á ver si la
vida activa, las nuevas impresiones . que experi-
mente en la corte, son para ella motivos de- feliz