Full text: Tomo 1 (001)

  
  
  
  
  
576 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
me arrojaré á los pies de tu padre: le suplicaré que 
no mate mis esperanzas, que no nos sacrifique... 
—Creo qué será inútil. 
—Imútil, ¿por qué? 
—Mi padre no obedece á sus propios impulsos, 
mi padre no me saecr ificaría nunca. 
— ¡Entonces!.. : 
—Es élla la que se opone á nuestra dicha. Mi 
corazón me lo dice. 
—Sin embargo, nosotros no podemos menos de 
luchar. 
—Luchemos; pero seremos vencidos. 
Y Carolina rompió á llorar amargamente. Llo- 
raba la pérdida de sus ilusiones, lloraba su amor 
contrariado, lloraba por la pérdida del mundo de. 
venturas que su fantasía de niña + había hecho 
concebir. 
Angel, al ver aquellas lágrimas, las primeras que 
había visto brillar en el rostro de su amada desde 
que ésta fué mujer, estrechándola fuertemente con: 
tra su corazón, exclamó: 
—No, Jarolina; no llores. Todo antes que me ro- 
ben tu cariño: huyamos; luego mi padre hará valer 
Sus títulos cerca del tuyo, y obtendremos el perdón, 
y con él la felicidad. Huyamos. 
—¡Imposible, Angel! Eso es el ese ándalo, y yo 
ho puedo promoverle sin hacer caer sobre mf la 
maldición de mi padre. 
Escenas bien distintas se sucedieron: entre los 
dos jovenes se libraron grandes batallas entre el 
AN 
  
  
 
	        
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