Full text: Tomo 1 (001)

   
  
. 
586 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
movido en una casa, que, si bien es de usted, caba- 
Mero, viven en ella señoras. 
—Señora, aunque habito en un pueblo y he huí- 
do siempre de los centros donde por mi linaje y mi 
posición he podido alternar, tengo sobrada educa- 
ción para saber conducirme de irreprochable mane- 
ra en todas partes. Trata usted, sin duda, de dar- 
me una lección de urbanidad, y no la acepto. 
Y me contento con no aceptarla, porque viene de 
una señora; que si se hubiese permitido dármela 
un caballero.. 
Don atom no acabó la frase, y volviéndose á 
don Pedro, añadió: 
—Caballero, tengo que hablarle á usted. 
—Ese tono, Antonio... 
—No quiero, mi viejo amigo, que niñas ayer na- 
cidas enseñen urbanidad á hombres que peinan 
tantas canas como peino. 
—¡Antonio!... 
Tampoco don Pedro pudo terminar la objeción 
que iba á hacer á su amigo. Una mirada de Ama- 
lia cortó su palabra. 
—Pedro——dijo entonces el padre de Angel,—te 
he dicho que me precisaba hablarte. 
—Siéntate y hazlo: ya te escucho. 
18 que. 
Y don Antonio indicó con la mirada á Amalia, 
significándole que estorbaba. 
—¡Ah! ¿No hablabas porque está mi esposa de- 
lante? No le hace; no tengo secretos para ella. 
  
  
  
 
	        
© 2007 - | IAI SPK
Waiting...

Note to user

Dear user,

In response to current developments in the web technology used by the Goobi viewer, the software no longer supports your browser.

Please use one of the following browsers to display this page correctly.

Thank you.