Full text: Tomo 1 (001)

  
590 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
ser jóvenes, y despertó en sus corazones el senti- 
miento del amor para reemplazar al de la amistad. 
Entonces se amaron. ¡Felices ellos! mejor dicho, 
desgraciados, porque, por lo que veo, esa circuns- 
tancia que yo bendecía va á ser causa de su deses- 
peración, de su infelicidad. 
En ausencia de Pedro llegó á Monforte mi hijo: 
vió á Carolina hecha mujer, cuando la había deja- 
do hecha niña, y los dos cambiaron sus impresio- 
nes, abrieron sus almas para leer en ellas, y sella- 
ron un pacto. Juraron amarse siempre. 
-—¿Pero es una novela, un idilio lo que va usted 
á referirnos? —preguntó con no poca impertinen- 
cia Amalia. 
—Es una historia, señora. 
—Vea usted qué cosas. Yo creía que cuando se 
va á una casa y se atropella á los criados, y se 
obliga á los amos á recibir por fuerza, no es nunca 
para contar un cuento. 
Don Antonio tuvo que hacer un poderoso esfuer- 
zO para reprimirse. Con tono frío y acento reposa- 
do replicó: qe 
—Pues estaba usted equivocada, señora. Para 
referir un cuento hay cireunstancias y. momentos 
en la vida en que se hace eso y más también. Pro- 
sigo mi historia, ó mi cuento, si usted quiere, has- 
ta terminar. 
—¿Y falta mucho? 
—(Quizás quede poco. 
—Es que, si usted no tiene inconveniente, pode- 
  
 
	        
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