624 LA CIEGA DEL MANZANARES.
los dieciséis años, se case y se vaya á países re-
motos? Tú no eres ningún niño, y espero que te
pondrás en razón. ¿Cuándo necesitas salir para tu
destino?
—Dentro de breves días.
—¿Y en ese tiempo quieres que se dispusiera to-
do para la boda? Vamos, bien dicen que los ena-
morados, por regla general, están locos. Querido
primo, lo derecho, lo natural y lo lógico es lo que
voy á proponerte como solución. Veremos si te
amoldas á ello; si no, libre eres de hacer tu volun-
tad, recobrando la palabra que me empeñaste.
— Veamos.
—Carolina y yo regresamos mañana mismo á
Monforte. Antes de ello formulas tu declaración
amorosa ante ella. Yo creo, es más, casi puedo ase-
gurarte que tu amor será aceptado y correspon-
dido.
Nos vamos las dos á Monforte, y allí, en tu nom-
bre, pido desde luego para tí la mano de Carolina.
Dicho se está que te será concedida. Entonces par-
tes para Londres; pasas allí un año, y transcurri-
do que sea ese tiempo, pides licencia al Gobierno,
y regresas. Carolina estará hecha una mujer; su
padre, satisfecho de ese enlace, y tú, en este tiem-
po, habrás podido convencerte de si realmente la
amas y puedes ser dichoso con ella. Esto es lo de-
recho; ahora, si no te conviene, dejemos las cosas
como están.
Largo tiempo discutieron los dos primos sobre