Full text: Tomo 1 (001)

  
628 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
   
Amalia leyó repetidas veces la carta: quería ver 
entre líneas todo lo que durante su ausencia había 
sucedido en Monforte referente á la cuestión que la 
preocupaba, y en la cual había puesto todo su in- 
genio, y comprometidos estaban todos los intere- 
ses de su familia y su amor propio. 
—Seguramente—se decía—Angel le ha dicho á 
mi esposo lo que no se atrevió á manifestarme á 
mí. Esto se deduce al menos del contenido de esta 
carta. 
Pero, aunque así sea—exclamó, irguiendo la 
cabeza, como si retara con aquel movimiento á un 
adversario, —aunque todo se sepa, Carolina se ca- 
sará con el conde. ¡Que haga desistir á éste de esa 
unión! ¡Qué inocente! Él no sabe que se hará mi 
voluntad. A su edad, con sus achaques, enamora- 
do como está... buena resistencia he de encontrar 
en mi marido. Todos los adversarios fueran como 
ese, á quien me bastará una mirada para ponerle 
fuera de combate. 
Tiene razón—seguía diciéndose mientras guar- 
daba la carta;—tiene razón: urge mi presencia 
en Monforte. Las nubes se han amontonado so- 
“bre nosotros, y la tempestad ha estallado. Mejor: 
ya empeñada la lucha, prefiero que sea grande. 
Cuanto más lo sea, el triunfo resultará mayor, y 
más completo si venzo... ¿No he de vencer? 
Afortunadamente — continuó diciendo en tanto 
que se vestía, —todo estaba dispuesto para el via- 
je; hoy mismo habíamos de marchar, y en na-. 
  
  
 
	        
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