A
LA CIEGA DEL MANZANARES. 705
-—Es que yo no he venido con ese objeto,—con-
* testó Mauricio.—Ni hubiera llegado hasta aquí, á
sospechar que usted pudiera volver.
—¿Es decir que huías de mi presencia?
—No del todo.
—¡Cuando has subido aquí suponiendo que yo
no lo había de saber!
—Eso no quiere decir que yo huyera entera-
mente.
—En suma, ¿qué significa tu presencia en esta
casa?
—Sería muy largo de contar.
—¡TPunante! ¿Te me vienes con elañionoiblí
Debemos advertir, que desde el principio de esta
escena, Isabel se había retirado por discreción,
aun cuando su curiosidad estaba algo excitada con
lo que había podido ver.
Mauricio se lo agradeció. i
Á lo menos no sería humillado en su presencia,
toda vez que allí se había presentado de cierto
modo, y como hombre que no tiene oque temer nin,
gún encuentro. á
Sin embargo, pudo estar cerca y oir que el capi-
tán le llamaba tunante, sin a menor ceremonia,
Este prosiguió:
—Debes suponer que yo no voy á contentarme
con tus evasivas, y que no te dejaré salir sin que
expliques el motivo de habernos encontrado donde
no nos esperábamos.
-—Me explicaré, señor; y tanto como me eexplicar dé
TOMO 1. 80