7114 LA GIEGA DEL MANZANARES.
aunque honrada, no sirve para ser sobrina de un
ministro.
—¿Por qué no?
—Porque el mundo es así, Luis; si se lo pregun-
tamos al mundo, problablemente no sabrá qué con-
testarnos.
—Mi tío adora en mi...
—Eso no es bastante.
—Yo prometo convencerle en el caso de que
pusiera algún óbice.
—Dé usted ese caso por supuesto; pero ¿y si él
no se dejara persuadir?
—Nos pasaríamos sin él; yo tengo mi carrera.
—;¡Que puede ser obra suya! ¿Cree usted que no
sería para mí un pesar el contribuir á que á usted
le tuviera por ingrato, y á mí por ambiciosa? ¿Que
al ingresar yo en su familia, entrase por la puerta
del enojo, y no por la del regocijo? ¿Que al darle
mi cariño, le privase á usted de otro que vale
- tanto como el de sus padres, porque hay ocasio-
nes en que un tío puede serlo pára su sobrino?
No, Luis; yo no quiero llevar al santo hogar
conyugal ni la más ligera levadura de remordi-
miento.
—¡Pero por Dios, Isabel! Todo esto que habla-
mos no pasa de ser una suposición.
—Muy lógica.
—AÁcaso mi tío...
—Se opondría, no lo dude usted.
—¿Y si no se opusiera?