Full text: Tomo 1 (001)

  
  
  
LA CIEGA DEL MANZANARES. (DL 
El otro la contestó riéndose: 
— ¡Pero muchacha!... Yo he bebido, y tú eres la 
que estás calamocana... ¿no sabes que soy un 
melitar de tropa? 
¡Tropa! 
Esta palabra fué una revelación para doña Gu- 
mersinda, y, aunque á oscuras, vió claro; es decir, 
vió con los ojos del entendimiento. 
Aquel hombre no podía ser otro que el capitán 
de Ingenieros que entraba en el piso segundo. 
Sin duda estaba citado con la muchacha, y ésta 
salía á recibirle á la escalera para besarse impune- 
mente sin que se apercibiera doña Andrea. 
¡Qué escándalo! 
Como iba algo chispo, según acababa de confe- 
sar, la había confundido con su novia. 
¡Es decir, que hacían de aquella casa, antes tan 
tranquila, un lupanar! | 
Ninguna escalera de la calle de la Madera había 
presenciado hasta entonces escena tan cínica, tan 
atentatoria á la moral, á las buenas costumbres de 
aquella honradísima casa. 
Doña Gumersinda, montando en cólera y con 
las ideas algo turbadas, efecto de lo que creía ha- 
ber descubierto, no pudo coordinar más que estas 
palabras: e E 
—¡Ya se lo diré á mi hijo! 
—¡Cómo!—exclamó el me/itar.—¿Tienes un hi 
jo? ¿Te atreves á tener un hijo estando soltera? 
—¿Pero qué dice este hombre? : 
 
	        
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