758 LA GIEGA DEL MANZANARES.
entre la llegada del desnivelado gastador y el gol-
- pe que recibió en la cabeza la pobre señora, sólo
mediaron algunos segundos.
Todo lo que pasó después lo dispuso el diablo,
sin duda, y así salió ello.
Aquella noche, y durante ocho días, se comentó
en la calle de la Madera la ocurrencia y los gro-
tescos lances que la habían adornado, haciendo el
papel de grabados intercalados en el texto de una
novela de Paul de Kok. :
Manuel riñó á la portera, conminándola con des-
pedirla si todas las tardes no encendía los faroles
un cuarto de hora antes de ponerse el sol.