Full text: Tomo 1 (001)

  
  
TR LA CIEGA DEL MANZANARES. 
que no me hubiera hecho bajar otra persona cual- 
quiera. 
—Advierto á usted que ya no sospecho nada. 
—Pero ese ya me indica que sospechaba; usted 
ayer. 
—¡Bien!... no hablemos... 
—Al contrario; para hablar con usted la he su- 
plicado que baje. n 
—Como usted guste. 
—Por su cuenta. y riesgo, Ó bien inspirada por 
otra persona, usted ha concebido sospechas de mi 
amiga Isabel, que sin duda la favorecen muy poco. 
- —Ya he dicho antes que esa joven nada tiene 
que recelar de mí; y ahora añado que empieza á 
inspirarme simpatía. : 
-.—Lo celebro, porque así que oiga usted lo. que 
voy á decirla, esa Sar se naaa en Ca- 
riño. 
-—No lo dudo; en le hable dea: ya que se em- 
- peña. : 
—Voy á referir á ae el motiyo por que se en- 
cuentra en: mi casa, cuando yo la he conocido hace 
muy poco tiempo. : 
—Conste que yo no soy indiscreta. 
—No, no; es capricho mío. 
—Adelante. la 
Doña Andrea refirió á su interlocutora lo que ya 
conocen muestros lectores; es decir, el desgraciado 
viaje á Madrid de Isabel y Adela, el rapto de la pri- 
mera, el peligro que había corrido una noche en 
. 
  
    
  
  
  
  
  
 
	        
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