Full text: Tomo 1 (001)

  
790 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Provistos de unos cuantos paquetes de dulces re- 
gresaron al Prado en la forma indicada por el 
marqués. 
Gracias á la astucia del cochero, pronto se ha- 
llaron en el centro del paseo. 
  
Georgina continuaba reclinada en su carruaje 
con la misma gravedad que una reina. 
De vez en cuando inclinaba ligeramente la cabe- 
Za, contestando á los saludos que la dirigían sus 
amigos. 
.. —Depronto llamaron su atención dos máscaras que 
con una agilidad envidiable saltaron sobre su ca- 
rruaje, yéndose á colocar uno sobre la capota ple- 
gada y el otro en el estribo. | 
Eran un Pierrot y un Mefistófeles. 
Georgina se les quedó mirando, á la par que 
pensaba: 
—¿Quiénes serán éstos, y qué es lo que querrán 
decirme? 
—No nos mires con esos ojos que son la envidia 
del mundo entero, —exclamó el Mefistófeles. 
-—¿He de miraros con otros? 
—8SÍ, estamos en Carnaval, y debías cambiártelos 
para no matar tantos corazones. 
—Eres muy galante. 
—8Í, fíjate en mi traje. 
—Ya te veo vestido de Mefistófeles; por más que 
debes serlo siempre. 
  
  
  
  
   
  
   
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