Full text: Tomo 1 (001)

  
  
8 LA CIEGA DEL MANZANARES. 
te una mujer del pueblo, joven, agraciada, con el 
cabello desgreñado y el rostro pálido y sudoroso. 
Aquella mujer llamábase Dolores. 
Su marcha indecisa y las recelosas miradas que 
tendía á su alrededor demostraban que era presa 
de una excitación grande. 
De repente se detuvo en actitud de escuchar. 
Entonces llegó hasta sus oídos la siguiente co- 
pla, que al compás de una destemplada guitarra 
cantaba una voz ronca y aguardentosa: 
«La mujer es eomo el pan, 
que hay que comerle caliente... 
pues si se llega á enfriar 
no hay un Dios que le hinque el diente.> 
La joven reconoció la voz, y un estremecimien- 
to nervioso agitó todo su cuerpo. 
Entonces, dirigiendo una mirada llameante 4 la 
taberna, exclamó: 
—;¡Es él!... ¡Canta, miserable! Embriágate mien- 
tras que esta pobre mujer, á quien has deshonrado 
- y perdido, no;tiene más recurso que la muerte. 
¡Oh! pero cuánto tarda en cerrar la noche. Ne- 
cesito esperar á que la oscuridad sea completa, 
pues de otro modo, podrían verme y salvarme... y 
yo estoy resuelta á morir. 
Aquella desdichada dejóse caer r sollozando sobre 
un guardacantón. ros 
_ Entre tanto las dos hermanas llegaban á «preos 
LE PlsOS de ella. 
  
 
	        
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