196 LA CIEGA DEL MANZANARES.
—Si te han amargado nuestras, palabras, puedes
endulzar tu boca con caramelos, no tan azucarados
como tus labios, —exclamó Freyssa.:
—Comprendo que no te guste lo que te deci-
mos; pero ten en cuenta que la verdad es ARnIpro
amarga. |
—Podéis continuar,—dijo Can con la son-
risa en los labios.
—¿Te ries por no Horar?prosiguió eb
dando en el blanco.
Tienes celos, y disimulas.
La mujer á quien prefiere Luis, no es ni tan her-
mosa, ni tiene el talento que tú.
—Continúa, mascarita, si así te divier tes.
Dí cuanto quieras.
La careta permite á la malicia hablar lo que ten-
ga por conveniente.
- —Eres una ingrata, que no aprecias el servicio
que-te prestamos, —repuso el marqués.
- —08 he dicho antes que si Luis se distrae, es
porque tiene mi permiso para ello,
—Pues entonces olvida cuanto te hemos dicho, y
vive tranquila y feliz, —exclamó Er eyssa, hacien-
do una seña á su amigo para retirarse del coche.
Después de pronunciar un adiós burlón, los dos
amigos abandonaron el carruaje. La dama los si-
- guió con la vista hasta que los vió. perderse entre
la muchedumbre que invadía el paseo.
—¿Quiénes serán?—pensó.
Daría cualquiera cosa por conocerlos.