LA CIEGA DEL MANZANARES. 87
— Ahora lo principal es que usted se acueste y
descanse. |
Después de lo que me ha referido don Luis, juz-
go que se encontrará muy fatigada.
—$í, señora; tanto, que me faltaban las fuerzas,
y temí no poder llegar aquí.
El capitán dijo entonces:
—Cumplida por ahora mi misión, con permiso
de ustedes me retiro.
A la una de la tarde volveré á decirla lo que ha-
ya podido averiguar sobre el paradero de su pobre
hermana. : :
Y salió de la estancia.
Isabel se acostó.
Antes de que el sueño se apoderase de ella, lloró
mucho, pensando cuál sería la suerte dela pobre
ciega. ]
Rivera, al hallarse en su habitación, sintió en su
pecho una extraña y agradable emoción que hacía
mucho tiempo no había experimentado.
La satisfacción de obrar bien.