LA CIEGA DEL MANZANARES, 995
embarcarán en el puerto, dando el grito de ¡liber-
tad! y rescataremos todos los derechos que poseía-
mos, y que el gobierno absoluto nos arrancó villa-
namente,
- —¿Dices el 5 de Marzo?
—Bí, Clotilde: el 5 de Marzo. Recuérdalo, y dí
durante ese día: «Carlos, en este momento, está
haciéndose digno de mí.»
—¿Y mi padre?—preguntó Clotilde.
—Es también de los nuestros.
—¡Ah! no olvidaré esa fecha.
—Ni yo tampoco, —murmuró Luciano, que no
había perdido ni una sola pocalra: de aquella confi-
dencia.
La conversación de los jóvenes fué tomando po-
co á poco el car ácter qe había revestido en un
principio. |
Carlos, el primo de la joven, renovó sus instan-
cias para obtener de ella un recuerdo que se unie-
se.con su suerte. 01000
Por espacio de largó tienbo rogó y shplicó con
esa elocuencia que una 1 pasión verdadera pane tan
poderosa. - io gob
Las negativas de Clotilde, en un princtpio enér-
gicamente pronunciadas, parecieron perderse al
fin en las palabras inarticuladas de una voz tierna
y amorosa, ya próxima á ceder. ae
Al sonido de aquella voz, Luciano sintió un ¿fro
estremecimiento que recorrió todo: su' e e e