934 LA CIEGA DEL MANZANARES.
y ruidosos que nunca, los cantos y risueñas voces
de las compañeras de Clotilde.
A dichas palabras seguían los nombres de los
condenados.
Entre éstos se encontraba el nombre de Carlos,
y tal vez también el del padre de la joven, que Lu-
ciano no conocía.
El parte terminaba con las siguientes palabras
de súplica al Gobierno:
«Los condenados piden sea aplazada su ejecu-
ción para mañana.»
—¡Aplazada su ejecución! —murmuró Luciano
con ironía.
¡Oh! sí; su trama era vasta indudablemente, y
tal vez esperen en este interregno ser libertados por
sus amigos.
¿Se accederá á semejente petición, y Carlos será
libre? ¿Se negará, por el contrario, y la muerte se-
rá su único recurso? :
¡Terribles vacilaciones eran estas para el alma
de Luciano!
En el caso de ser satisfactoria la respuesta que '
se diese á este despacho, para él constituía tal vez
la libertad de un rival odioso, y Clotilde quedaría
siempre perdida para él. Mas la negativa consti-
tuía á la vez el dolor, la desesperación, la muerte
de la joven. .
¡Horrible ansiedad y tortura que devoraban su
corazón, en tanto que allá abajo, en el jardín, sé
- sucedían las voces y alegres juegos de las jóvenes!