Full text: Tomo 1 (001)

    
   
  
  
  
    
  
    
  
  
    
   
  
  
  
   
  
  
    
   
   
   
  
   
    
   
  
   
   
  
   
LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Luciano seguía luchando en su interior; pero su 
pasión era ciega, y sólo en satisfacerla pensaba. 
Carlos, en tanto, dormía tranquilo y sosegado, 
bendiciendo en sueños quizá á su bienhechor. 
A las once y media el torrero se levantó de su 
asiento, y después de dirigir una última mirada 4 
su huésped y de apoderarse por precaución ed las 
cal que éste había dejado sobre la mesa, ' 
  
cendió de la torre, cerrando con doble ts ha 
puertas. 
La tempestad se había calmado; pero la noche 
seguía sumida en la más dolapla ta obscuridad. 
Ca 3 pálidos relámpagos iluminaban de cuan. 
lo en cuando el horizonte. 
Más de una vez en su descenso por la montaña ] 
ud 
  
miró hacia la torre Luciano, y en una ocasión ere- 
yó percibir á lo lejos una luz que oseilaba; y que ¡ 
pronto Jucía como se ocultaba entre las ma! 
zas: ¿De dónde podía provenir aquella claridad? 
TO 
  
En otra ocasión es seguro que se hubiera cercio- 
rado de la vausa; pero en aquel momento de deli- 
rio, ' y ce á los transportes de su espíritu, va P 
atribuyó este fenómeno á cualquier meteoro propio ! 
  
* de una noche de tormenta. 
En un instante cruzó la distancia que le separa- 
ba del vecino parque. 
Al llegar á éste advirt ió con profundo asombro : 
que la puerta que daba al campo se hallaba abier- 08 
ta por completo. 
—¿Estará Clotilde en el sitio de la cita?—se pre- | 
  
  
 
	        
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