LA CIEGA DEL MANZANARES. 969
Las acciones subían como la espuma: las casas
bancarias se las arrancaban de las manos, y no sin
fundamento Roberto soñaba con que e: resultado
que iba á tener en su empresa iba á ser maravi-
lloso.
En vez de los tres millones de francos aportados
por Roberto, había ya en caja otros tantos del pro-
ducto de la venta de acciones.
Verdad es, que de aquí había ya que deducir los
intereses del primer trimestre, que, dado el abono
del beneficio estipulado, era ya respetable cantidad.
David no se daba un instante de descanso, y su
laboriosidad y honradez tenían entusiasmado al
conde. : ]
Pronto iba á sufrir el desengaño. E
Una mañana levantóse el espía y confidente de
Adriana con el alba, y cubriéndose el rostro: con
una bufanda y empaquetándose en un san ca-
pote salió á la calle. |
Con paso firme y sin cuidarse del agua que caía
á torrentes, ni del piso que estaba enlodazado, atra-
vesó gran número de calles hasta llegar al muelle.
Una vez allí, buscó con la mirada una. muestra
que estaba colocada sobre la puerta de una casa y
en la que se leía: 47 Gallo de oro. e
—Aquí es, —se dijo, y volviendo á subirse la bu-
fanda hasta los ojos des arg dos fuertes golpes en.
la puerta.
-—¿Quién llama?—pr eguntó desde dentro una
voz en extremo desagradable, ue más parecía
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