LA CIEGA DEL MANZANARES. 1003
Esto, para él, era bastante misterioso.
Entonces no tenía nada de particular que á la
- Ciega fuese á quien aquélla apellidaba hermana.
- —Siga usted, —dijo á su tío, procurando sere-
Narse.
El ministro contestó con aire preocupado:
ae? delirio, que sólo yo presenció por pre-
Caución...
—¿Por precaución?
SÍ, porque tuvo pasajes que yo sólo debí
OLE. e.
Pero to...
- —Pasajes que me hicieron concebir más de una
Sospecha sobre 1% pureza de la condesa antes de
| Ser mi esposa. |
El joven se enjugó la frente, bañada de sudor,
temiendo que el conde hubiera oído algo más de
lo que confesaba.
- —¡Dice usted unas cosas bastante... bastante
Originales! —repuso. |
e —Te digo que aquel delirio me impresionó pe-
Ñ Rosa y profundamente.
: —¿Quién hace caso de lo que dicta la calentura?
A "Cualquiera. .. €l más despreocupado... lo mis-
pro que de lo que dicta una mano anónima. |
- ——Yo creo que un delirio es el sueño de la 'en-
'tormodad, y en un pit todo es confuso y fin-
e _8ido.. |
ho: —Según. dd
8 —Estamos dilucidando un punto de que no de-