Full text: Tomo 2 (002)

    
    
    
    
    
    
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
    
    
    
    
    
    
      
     
LA CIEGA DEL MANZANARES. 
Aquella. mano ardía. 
—¡Tía Carolina! | ! 
—¡Ya'ves en qué situación me encuentras! 
—Pero no peor, según acaba de decirme el tí0. 
—En efecto; me encuentro menos mal, 
—Lo cual indica un principio; de mejoría que 
Y. acabará.en un completo restablecimiento, Dios me 
| diante. | 
E — ¡Quién sabe! | 
y -———Asílo asegura el doctor; —replicó el conde. 
—Ya sé que durante mi fatal recaída no has fal- 
tado de aquí un solo día... y «algunos, dos veces: 
—El cariño, y el deber además, me obligaban 
á ello, 
—Gracias, hijo mío... pero qué, ¿no te sientas? 
-—No quiero prolongar mi visita, porque. aún 
está usted muy débil para sostener una larga con- 
versación; sin embargo... ta A 
Y Luis cnoidd una silla á la butaca de la. enfer- o, 
ma, tomando asiento. 
El conde hojeaba una Revista ilustrada. A 
Carolina asió cariñosamente una mano á su :sQ= | 
brino, diciéndole: 
- —¿Qué me cuentas? 
—Que tengo una satisfacción indhoible viendo $ 
Usted más aliviada. i 
—¡0h!.. ; 
bc es necesario que raniala netot ma 0 sar 
bias prescripciones del doctor Lacasa. ses 
Y e o lo esteis 
  
 
	        
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