1018 LA CIEGA DEL MANZANARES.
conde, tendiéndole la mano; —¿pero no toma usted
asiento? Supongo que no vendrá tan de prisa.
—No, ciertamente.
Y don Félix ocupó una silla al otro lado de la
enferma.
El conde estaba en pie, de espaldas á la chime-
nea, en cuya repisa de mármol apoyaba el codo
derecho. )
El doctor prosig did: dirigiéndose, tanto á la con-
desa como á su marido:
-—Es costumbre muy antigua, que el médico tral-
ga á casa de sus enfermos, y no en el bolsillo, sino
en la cabeza, las recetas queá su juicio han de pro-
porcionarles la salud.
| —Seguramente—repuso el conde, comprendien-
do que aquello era una de las humoradas que dis-
tinguían el carácter del doctor.—¿Qué guardába-
“mos entonces para los farmacéuticos?
—Pues bueno, yo me propongo reformar esa.
“costumbre.
- —¿En mi obsequio?—preguntó Carolina.
—Precisamente, ¡
—¿Eso quiere decir que trae usted consigo la
medicina?
-—La traigo; pero no en el bolsillo.
- —¿En la cabeza? —preguntó Luis.
a —Eso equivaldría á seguir el sistema antiguo. Es
-.. —Dice bien el doctor... y espero que se expli-
que, porque á mí me interesa todo lo que pueda
E favorecer das estado de Carolina.